viernes, 14 de noviembre de 2014

El Periodismo según Graciela


 
No recuerdo la fecha exacta de mi primer encuentro con Graciela, pero debió ser entre septiembre de 1960 y abril de 1961, cuando se armaban mítines en cuestión de minutos en la Universidad de La Habana y las visitas de Fidel a la Colina unían un día con el siguiente.
   Graciela Hernández Torres cubría la información de la Universidad para Radio Reloj, además de colaborar para los periódicos Combate, La Calle o Prensa Libre, porque sus reportes tomaban alas después de ella escribirlos.
   Ella era periodista de la vieja escuela, de los que trataban de llegar a la noticia antes que se produjera, de los que hacen preguntas inteligentes sin ser incisivas.
   De Graciela dicen que tenía contactos en todos los ámbitos de la sociedad habanera de entonces y no podía ser de otra manera, porque tenía ese carácter intimista, de alegre confesora que arrancaba la información de sus fuentes, casi sin éstas darse cuenta.
   Era una criollita de Wilson (caricaturista famoso desde antes de la Revolución) que dibujaba las mujeres como una botellita de CocaCola. Graciela gustaba del baile y de la vida bohemia como cultora del movimiento del “feeling”. Hasta dicen que José Antonio Méndez le dedicó su emblemático tema “Novia Mía”.
   Gabriel Molina cuenta que en Radio Reloj la pusieron a cubrir tribunales y nunca dejó de mantener esas informaciones en la programación de la emisora. Pero igual hacía con Combate, diario dirigido entonces por el comandante Guillermo Jiménez, quien alcanzó sus grados en las huestes del Directorio Revolucionario 13 de Marzo.
   Por su misma actividad, Graciela visitaba con frecuencia la Secretaría de Relaciones Exteriores de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), primero ocupada por José (el Chino) Venegas y luego por Roberto Vizcaíno Laffita, con quienes trabajé hasta que en 1962 pasé a la Presidencia de la FEU a las órdenes de Ricardo Alarcón primero y más adelante, de José Rebellón.
   Graciela llegó a ser otra representante más de la FEU por su don de gentes que le permitió asumir tareas organizativas desde una reunión del Comité Ejecutivo de la Unión Internacional de Estudiantes hasta el desfile de carnaval de la Universidad.
   En otra ocasión le tocó acompañar una delegación de alto nivel como la visita a Cuba del periodista estrella del diario The New York Times, Herbert Matthews y su esposa, pero en ninguna de estas actividades dejó de realizar sus deberes como periodista.
   Para todo dirigente en cargos responsables fue Graciela la voz del pueblo. Directa y espontánea, muchos la recuerdan decir: “yo creo que el pueblo no va a entender lo que usted quiere decir” o “el pueblo está esperando por esta noticia”.
   Su cercanía al Directorio Revolucionario 13 de Marzo, no se limitó a sus dirigentes, sino también a los más humildes seguidores del movimiento estudiantil como fue el caso de Aleida Rodríguez, trabajadora de limpieza en el Hospital Calixto García, que conocía mejor a médicos, enfermeros y empleados del centro mejor que el Director del hospital.
   Estos antecedentes involucraron a Graciela, de oficio y corazón, al juicio contra el delator de los mártires de Humboldt 7, edificio donde se escondían cuatro revolucionarios después del atentado del 13 de marzo de 1957 al dictador Batista en el Palacio Presidencial.
   El sospechoso de la traición fue un compañero de los asesinados, Marcos Armando Rodríguez, pero después de regresar este del exilio en 1959, no se tenían las evidencias necesarias y no fue hasta el 13 de marzo de 1964 que se le celebró juicio.
   Para este importante y emotivo evento, Graciela pensó en mí para que la ayudara tomando versión taquigráfica de lo que allí se dijera por su repercusión en otras esferas políticas de la nación.
   El acusado,  desde su regreso a Cuba en 1959, sintió el peso de la sospecha sobre su persona. Pero no fue hasta el 13 de marzo de 1964 que se inicia la vista judicial contra Marcos Rodríguez por la delación del paradero de los combatientes revolucionarios Fructuoso Rodríguez, Juan Pedro Carbó Serviá, Joe Westbrook y José Machado (Machadito).
   En la segunda vista del juicio, realizada el 23 de marzo del propio año, Marcos Rodríguez fue hallado culpable de traición y sentenciado a muerte por fusilamiento, dictamen llevado a cabo el 19 de abril de 1964, cuando se cumplieron siete años de la masacre de Humboldt 7.
   Pocos días después del juicio, Fidel visitó la Universidad y cuando vio a Graciela, le pidió su opinión de cómo se había desarrollado el juicio contra “Marquitos”. El momento quedó impreso en una foto memorable para mí porque al hacer un paneo con su vista, Fidel me señaló y dijo: “tú también estabas allí”.
  Graciela le explicó que la había ayudado tomando notas taquigráfícas de las declaraciones.
  Tenía yo 20 años y había comenzado a estudiar Ciencias Políticas en la Universidad. Todavía seguía mi sueño de infancia de ser traductora o representante de Cuba ante las Naciones Unidas, pero mi participación en ese juicio me marcó y preparó el camino para una profesión que llevo ejerciendo 46 años.
   Los profesionales cubanos haríamos un favor al país siguiendo las enseñanzas que legó Graciela, sobre todo priorizar la noticia, tan ausente en estos tiempos y tan necesaria para elevar la credibilidad de nuestros medios, exponiendo lo mal hecho con nombres y apellidos y lo bueno, sólo cuando sea verificado.