A pesar de haber dedicado casi
medio siglo de mi vida a ejercer el periodismo, me considero incapaz de sentar
pautas o teorizar sobre la materia. Sin embargo, sí puedo expresar, dada mi
experiencia, insatisfacción por las estructuras que limitan esta profesión en
Cuba.
La base ética y de justicia
social que caracteriza el proceso cubano no ha logrado impregnar a los
comunicadores del espíritu de cambio necesario para darle la credibilidad que
merecen los medios nacionales. Ocupar espacios informativos dentro y fuera que
difundan la realidad cubana en toda su dimensión humanista y solidaria debe ser
foco central de los que trazan la política informativa en el país.
Por otra parte, de nada sirve
la voluntad y oficio de los periodistas si no hay una política consecuente que
estimule el cambio en este sector. Es necesario dejar en manos de los
directores de medios, que se presuponen escogidos por su alto nivel profesional
y agudeza política, la decisión de trasmitir o no una información, así como el
lenguaje en el que se escriba, según los públicos a los que se dirijan.
El primer vicepresidente de los
Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel, expresó el 8 de enero de
2014 que los organismos del Estado tienen su cuota de responsabilidad en las
dudas, incomprensiones y falta de información a la población al referirse a la
estrategia subversiva contra Cuba de parte del imperialismo, a lo que la
dirección de la Revolución
presta una atención especial.
Otra parte de responsabilidad
le corresponde, dijo Díaz-Canel, a los medios de comunicación masiva, a los que
les falta mucho para ser una plataforma de debate de los problemas cotidianos
del país. Un ejemplo de lo anterior es el desconocimiento popular de
regulaciones, leyes y código del trabajo, aún cuando hayan participado en el
análisis de muchos de estos documentos en sus barrios y centros de estudio y
trabajo.
Los que deben divulgar estas
normas se escudan en la falta de papel, que es real, pero que no se compara con
el daño que hace el desconocimiento de las leyes del país. Porque cuando las
autoridades llaman la atención de un ciudadano sobre tal o más cual infracción
que este desconoce, le dicen que no conocer la ley no lo exime de su
cumplimiento. Por otra parte, informar sobre lo mal hecho y señalar a los
responsables da confianza a los ciudadanos para denunciar los delitos de
corrupción y abuso de poder. Una cosa es la crítica mal intencionada y otra muy
distinta la que busca enmendar los errores.
La propiedad social sobre los
medios de prensa, como se estructura la comunicación en Cuba, debe
identificarse como el derecho de una sociedad organizada a tener esos medios,
escribió Julio García Luis (1942-2012), ex presidente de la UPEC y decano de la Facultad de Periodismo y Comunicación
Social.
Reconocer a la comunicación
como columna vertebral de la construcción de un modelo social bien estructurado
y económicamente sustentable, es indispensable en la opinión de prestigiosos
periodistas cubanos, como Rosa Miriam Elizalde (directora del sitio web CubaSí
y Raúl Garcés, actual decano de la
Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad de La Habana.
Este último criticó en un
programa televisivo dedicado al Día de la Prensa Cubana, el secretismo de
funcionarios que no reconocen el nivel alcanzado por el pueblo cubano, que no
sólo hace medio siglo aprendió a leer y escribir, sino también a leer entre
líneas e interpretar los hechos desde el lado de la Revolución.
Sólo después
de la desaparición física de García Luis, fue publicado su libro (2013,
Editorial Pablo de la
Torriente) “Revolución, Socialismo, Periodismo” que mostró los
nuevos horizontes que se debían abrir al quehacer profesional de la
comunicación en Cuba. Como el autor alerta, “un sistema político socialista que
no genere un sistema de prensa legítimo, a la larga no podrá a su vez ser
legitimado por este y se enfrentará a un peligro de crisis.”
En un
análisis realizado por Elizalde y Garcés, basado en encuestas realizadas en
todo el país, se redujeron a siete los defectos del sistema cubano de prensa,
que yo califico como los “Siete Pecados Capitales”, contra los cuales es
preciso luchar para alcanzar la meta de un periodismo ágil, veraz y
comprometido, que además pueda competir profesionalmente con la gran prensa
comercial.
SIETE PECADOS CAPITALES DE LA PRENSA EN CUBA
1.
Ocultamiento de la información (secretismo)
2.
Deficiente aplicación de la política informativa
3.
Agenda ciudadana mal representada
4.
Bajos salarios
5.
Baja conectividad y tecnología informática
6.
Graves limitaciones materiales y presupuestarias
7.
Pérdida de la cultura profesional
Por otra parte, la comunicación
depende de una mayor participación ciudadana en la toma de decisiones y no al
contrario, la solución de lo cual está en el ámbito político y no de la
comunicación, señala García Luis.
Un consultor de comunicación
corporativa en Estados Unidos, Fernando Pérez, opina que el periodismo
ciudadano es más una oportunidad que una amenaza. Y dice amenaza porque así ve
la industria norteamericana de la prensa escrita la proliferación de sitios
web, blogs y participación masiva de personas con algo que decir en las redes
sociales.
En el caso de Cuba, este
desbordamiento de informaciones, opiniones e historias que se trasmiten por
Internet podría ser visto como una oportunidad para llenar los vacíos que se
crean en nuestros medios con ese caudal de fuentes. Por supuesto que sólo
después de una rigurosa selección, se pueden escoger algunas informaciones
valiosas y confiables, capaces de enriquecer nuestros medios, tanto escritos,
radiales como televisivos.
Entre los proyectos de nuevos
espacios informativos podría valorarse la creación de medios de prensa más
cercanos a la comunidad de los barrios, porque la vida cultural, deportiva,
educacional, de los nuevos servicios que se abren a la población desbordan las
posibilidades de comunicación de los medios provinciales, para no hablar de los
nacionales.
Estos medios comunitarios de
divulgación no tienen que pesar sobre el presupuesto de la nación, sino que
pueden financiarse por la propia comunidad, porque a ella le sirven.
Como coincidieron muchas voces
en el Noveno Congreso de la
Unión de Periodistas de Cuba en julio de 2013, este país no
carece de talento comunicacional, pero debemos exigirnos el estudio diario, la
especialización, la agudeza al hacer preguntas, investigar sin temor a las
consecuencias y velar por la exactitud en la noticia. Sin ser imparciales, se
puede ser objetivos y alcanzar la excelencia con un enfoque diferente.
Desafortunadamente, hay resistencia
al cambio, asociada a los intereses creados durante décadas, tanto entre
periodistas, como entre quienes los dirigen e incluso en todo el aparato
estatal, principal fuente de información.
En ocasiones he escuchado a
dirigentes de la política informativa que hay en Cuba muy pocas áreas vedadas a
la actividad periodística, entre ellas quizás el sector energético, por la
carencia de esos recursos en el país, la defensa y las operaciones comerciales
y de inversiones que puedan ser interferidas por los tentáculos del bloqueo de
Estados Unidos. Sin embargo, las fuentes que pudieran dar información, cierran
sus puertas a los comunicadores por temor a ser tergiversadas sus
declaraciones.
Una colega mía dijo una vez a
un alto jefe militar cubano, al desatarse la llamada “crisis de los balseros”
en 1994, cuando el oficial insinuó que la prensa pudiera mal difundir la
información, ella le recordó que los periodistas eran los más fieles soldados
de esta Revolución, que se ceñían a lo que conviniera a la seguridad nacional
en ese momento.
La rectificación de una
información, en lo que insisten a veces las fuentes, casi nunca cumple su
objetivo, por eso es mejor hacerlo bien desde un principio. El deber de
informar no puede depender de gustos o disgustos personales, sino solamente del
objetivo de ser exactos, oportunos y bien intencionados.
Julio García Luis llamó en la
obra ya mencionada a “concebir a la prensa y a los periodistas como los sujetos
principales de las transformaciones (en Cuba), que deben ser empoderados para
llevarlas adelante, poniendo en juego sus conocimientos, experiencia y sentido
profesional de lo que debe hacerse y cómo lograrlo”. Es preciso que cada cual
cumpla su papel en este proceso.
El autor precisó: al Partido
(Comunista de Cuba) le corresponde orientar, conducir y controlar; al Estado le
toca proporcionar el marco legal de actuación de la prensa; al gobierno y sus
dependencias, por ser parte de la dirección del sistema social y, en
particular, de las fuentes de información y todas las organizaciones sociales,
como actores del proceso de comunicación en todos los sentidos.
Coincido plenamente con García
Luis en que la prensa cubana requiere “que se restablezca en lo esencial un
marco de actuación similar al que ella dispuso durante los primeros años de la Revolución socialista,”
que se le reintegre el poder necesario para cumplir su misión social.
Asimismo, es necesario
diversificar los géneros periodísticos, según el medio del que se trate. Uno de
estos géneros prácticamente extinto es el debate público entre personalidades y
expertos, voces autorizadas del tema que se trate. Referente de ese género fue
el debate sostenido en la revista Bohemia entre Carlos Rafael Rodríguez y
Euclides Vázquez Candela, este último historiador y profesor de la Universidad de La Habana. En la polémica
puede estar la solución de muchos problemas de la sociedad actual.
Un ejemplo de tema polémico en
la realidad de hoy podría ser la conveniencia o no de promover los cultivos
transgénicos. Otro tema sería la falta del tubérculo más popular en la dieta
del cubano, que nunca se ha abordado a fondo ni hubo razones climáticas que
explicaran la falta en los dos últimos años de ese componente tan socorrido en
la cocina cubana.
En síntesis, se requiere de
poder político, moral, legal y práctico para que la prensa acceda por sí misma
a la información pública, dondequiera que ella esté, en vivo, en bibliotecas o
en Internet, elaborándola y difundiéndola con estándares profesionales y éticos
elevados.
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